Control de la Natalidad (DSA 99-171)

Control de la Natalidad (DSA 99-171)
 
Las tecnologías científicas de nuestros días permiten un control de la fertilidad y la reproducción humana, mayor que en el pasado.
Las tecnologías científicas de nuestros días permiten un control de la fertilidad y la reproducción humana, mayor que en el pasado. Esas tecnologías hacen posible que las expectativas de embarazo y nacimiento resultantes de la relación sexual sean grandemente reducidas. Los matrimonios cristianos tienen la posibilidad de controlar la fertilidad, lo que ha creado muchas discusiones con una amplia gama de implicaciones religiosas, médicas, sociales y políticas. Las oportunidades y beneficios existen debido a las nuevas técnicas, pero también hay desafíos y desventajas. En ese sentido, deben considerarse varias cuestiones morales. Los cristianos, que son los que finalmente deben hacer sus propias elecciones sobre estos asuntos, deben ser informados para que puedan tomar decisiones sólidas basadas en principios bíblicos.

Entre los asuntos que deben ser considerados está la cuestión de si la intervención humana en el proceso biológico natural, es apropiada o no. Si se considera que una intervención tal es apropiada, entonces se levantan otras cuestiones adicionales en relación con el qué, cuándo y cómo debe ser hecha esa intervención. Hay, además, otros asuntos relacionados, tales como:
  • La posibilidad del aumento de la inmoralidad sexual, en virtud de la disponibilidad y del uso que los métodos de control de natalidad pueden promover.
  • El asunto del dominio de uno de los sexos en relación con los privilegios y prerrogativas sexuales, tanto de las mujeres como de los hombres.
  • Diversos asuntos sociales, incluyendo la discusión sobre si una sociedad tiene derecho a limitar la libertad individual en beneficio e interés de la sociedad en general; y la discusión sobre la carga y el apoyo económico y educacional para los que están en desventajas.
  • Asuntos relacionados con el aumento de la población mundial y con el uso de los recursos naturales.
Entendemos que una declaración sobre las consideraciones morales en relación con el control de la natalidad debe ser vista dentro del contexto más amplio de las enseñanzas bíblicas acerca de la sexualidad, el matrimonio, la paternidad, y el valor de los hijos; y que debe haber una comprensión de la interrelación entre esos asuntos. Conscientes de que dentro de la iglesia hay una diversidad de opiniones al respecto, se mencionan los siguientes principios bíblicos con el objeto de educar y ayudar en la toma de decisiones.
1. Mayordomía responsable. Dios creó a los seres humanos a su propia imagen, hombre y mujer, con la capacidad de pensar y tomar decisiones (Isaías 1:18; Josué 24:15; Deuteronomio 30:15-20). Dios le dio a los seres humanos el dominio sobre la tierra (Génesis 1: 26, 28). Ese dominio requiere e incluye la supervisión y cuidado de la naturaleza. La mayordomía cristiana requiere también que se asuma la responsabilidad por la procreación humana. La sexualidad, como uno de los aspectos de la naturaleza humana sobre la cual el individuo ejerce mayordomía, debe ser expresada en armonía con la voluntad de Dios (Éxodo 20:14; Génesis 39:9; Levítico 20:10-21; 1Corintios 6:19,20).
2. Propósito de la procreación. La perpetuación de la familia humana es uno de los propósitos de Dios para la sexualidad humana (Génesis 1:28). Aunque, de manera general, se puede inferir que los matrimonios están destinados a producir descendientes, la Escritura nunca presenta la procreación como una obligación de la pareja a fin de agradar a Dios. Sin embargo, la revelación divina le confiere un alto valor al hecho de tener hijos y expresa la alegría encontrada en la paternidad (Mateo 19:14; Salmos 127:3). Tener y educar hijos ayuda a los padres a entender a Dios y a desarrollar compasión, solicitud, humildad y abnegación (Salmos 103:3; Lucas 11:13).
3. Propósito unificador. La sexualidad tiene un propósito unificador dentro del matrimonio, propósito que es ordenado por Dios y se distingue del propósito procreativo (Génesis 2:24). El propósito de la sexualidad en el matrimonio incluye alegría, placer, y deleite (Eclesiastés 9:9; Proverbios 5:18, 19; Cantares 4:16-5:1). El propósito de Dios es que los casados puedan tener comunión sexual, independiente de la procreación (1Corintios 7:3-5), una comunión que establezca lazos fuertes y que proteja a los cónyuges de una relación impropia con otra persona (Proverbios 5:15-20; Cantares 8:8,7). En el designio de Dios, la intimidad sexual no tiene como único propósito la concepción. La Escritura no prohíbe que las parejas casadas disfruten de las delicias de las relaciones conyugales, aunque tomen medidas para prevenir el embarazo.
4. Libertad de elección. En la creación, y de nuevo a través de la redención provista por Cristo, Dios les dio a los seres humanos libertad de elección, y les pide que usen su libertad responsablemente (Gálatas 5:1, 13). En el plan divino, el marido y la mujer constituyen una unidad familiar única, y tienen ambos la libertad y la responsabilidad de participar en la toma de decisiones acerca de su familia (Génesis 2:24). Los cónyuges deben ser considerados el uno con el otro al tomar decisiones acerca del control de la natalidad, estando dispuestos a considerar las necesidades del otro así como las suyas propias (Filipenses 2:4). Para aquellos matrimonios que deciden tener hijos, la elección procreativa tiene límites, ya que hay varios factores que deben orientar su elección, tales como la capacidad para proveer a las necesidades de los hijos (1Timoteo 5:8); la salud física, emocional, y espiritual de la madre (3Juan 2; 1Corintios 6:19; Filipenses 2:4; Efesios 5:25); las circunstancias sociales y políticas en las cuales los hijos nacerán (Mateo 24:19); la calidad de vida y otros recursos globales disponibles. Somos mayordomos de la creación de Dios y, por lo tanto, debemos mirar más allá de nuestra propia felicidad y deseos y considerar las necesidades de los demás (Filipenses 2:4).
5. Métodos apropiados para el control de la natalidad. La decisión moral acerca de la elección y uso de los diferentes métodos para el control de la natalidad debe surgir de la comprensión de sus probables efectos sobre la salud física y emocional, de la forma sobre la cual dichos métodos o agentes actúan, y de los gastos financieros involucrados. Hay varios métodos de control de la natalidad, incluyendo los métodos de barrera, los espermicidas, y la esterilización, que impiden la concepción y son moralmente aceptables. Algunos métodos contraceptivos pueden impedir la liberación del óvulo (ovulación), impidiendo la unión del óvulo y el espermatozoide (fertilización), o pueden impedir la fijación del óvulo ya fertilizado (implantación), pero, debido a la incertidumbre acerca de como funcionarán en un caso dado, pueden ser considerados moralmente sospechoso por quienes creen que la protección de la vida humana comienza en la fertilización. Sin embargo, considerando que la mayoría de los óvulos fertilizados no llegan a implantarse o se pierden después de la implantación, aunque no se hayan usado métodos de control de la natalidad, los métodos hormonales de control y los DIU, que representan un proceso similar, pueden ser vistos como moralmente aceptables. El aborto, es decir, la intencional terminación de un embarazo establecido, no es moralmente aceptable para propósitos del control de la natalidad.
6. Mal uso del control de la natalidad. Aunque la creciente capacidad técnica para manejar los asuntos que tienen que ver con la fertilidad y para protegerse contra las enfermedades sexualmente transmisibles pueden ser útiles a muchas parejas casadas, el control de la natalidad puede ser mal usado. Por ejemplo, aquellos que se envuelven en relaciones sexuales premaritales o extramaritales pueden consentir más rápidamente en tales conductas a causa de la disponibilidad de los métodos de control de la natalidad. Es verdad que el uso de esos métodos para proteger las relaciones sexuales fuera del matrimonio, puede reducir los riesgos de contraer enfermedades sexualmente transmisibles y/o la gravidez. Sin embargo, el sexo fuera del matrimonio es perjudicial e inmoral, independientemente de si esos riesgos han sido o no han sido disminuídos.
7. Un enfoque redentor. La disponibilidad que existe actualmente de los métodos de control de la natalidad hace que la educación sobre la sexualidad y la moralidad sea aun más imperativa. Debe emplearse más esfuerzos en la educación y en los enfoques redentores para que cada individuo sea persuadido por la apelación profunda del Espíritu Santo, que en la condenación.